martes, 11 de septiembre de 2007

CAPITULO 3. EL SINDICATO DE VILLANOS.

SEGUNDA PARTE: Maquiavelo.

"Innuendo"- Queen

Dentro el mobiliario era deprimente. Varias sillas plegables frente a una tarima con un atril bastante desvencijado. Detrás de él había una pizarra en la que alguien había escrito con letras irregulares las palabras:
Temas de hoy:
Puesta al día de la cuota de los socios.
Elección de los nuevos uniformes de la liga del mal.
La conquista del mundo, planes varios.
Como siempre tomé asiento en una de las ultimas filas. Con un poco de suerte la hora pasaría deprisa y podría irme rapido.
Poco a poco las sillas fueron ocupandose hasta formar algo parecido a las manchas de un dálmata. Casi todos los villanos tienden a ser solitarios. Muchas veces no porque quieran sino porque nadie quiere juntarse con alguien que se pasa el día hablando de maltratar pequeños cobayas o poner en jaque al gobierno mediante un aparato de rayos W.
Frente a mi tenía una gran colección de capas, (la mayoría hechas con trozos viejos de cortinas) y algún que otro sombrero grotesco. Tambien tenía a Rodrigo y un poco más allá un tipo nuevo que no conocía. Era moreno, con el pelo ralo y ralla al medio peinado con gomina. Llevaba gafas de sol incluso allí dentro y vestía una ropa bastante normal, tejanos y un jersey gris sobre una camisa blanca. No me dio buena espina, sobre todo cuando se giró, echó un vistazo a los asistentes a la reunión y esbozó una sonrisa sarcastica.
Entonces fue cuando el presidente del sindicato se dirigió al atril. Vestía la antiquisima túnica de gran maestre que habíamos comprado hacía una semana. Era purpura y tenía esotéricos grabados por todas partes. No creo que fuesen mágicos pero lo parecían así que cumplian su proposito bastante bien. Además Gregorio no era ese tipo de villano. En realidad creo que no era malvado en absoluto. Sin la túnica no era más que un viejecito con el pelo canoso y una pequeña calva. No era delgado ni gordo, su piel era bastante morena, probablemente por haber trabajado toda su vida al aire libre y su rostro tenía esas arrugas de roble viejo que rodeaban unos ojos marrones simples y sinceros.
Punto por punto empezó a comentar los distintos temas del día. Probablemente fuese lo mismo de siempre, los discutiríamos y acabariamos dejando por perfeccionar los pequeños detalles para el proximo día, donde surgirían nuevos detalles y así sucesivamente. En realidad creo que Gregorio lo hacía a posta. Si un día ultimasemos nuestro plan se acabarían las reuniones y se volvería a quedar solo. Si, habríamos conquistado el mundo y él, como presidente, sería el amo y señor del universo. Pero seguiría solo.
Gregorio estaba en medio de una parrafada bastante larga sobre las ventajas y desventajas de usar los pasados de moda rayos de la muerte y se sumergía en las mansas aguas de tecnicismos como puede ser la frecuencia sónica necesaria para derribar a un superhéroe volando en una parabola a velocidad subsónica. Fue entonces cuando oí una voz. Estaba impregnada de cierto tono petulante e irónico. La primera vez no los supe apreciar, pero en realidad ese tono ocultaba algo más.
- Y todo esto hacia donde nos lleva?.
Había sido el nuevo quien había hablado. Gregorio se quedó perdido, los papeles que había en su atril decidieron volverse locos y el viejecito se hizo un lio. Entonces no lo entendí. El tipo solo había dicho unas pocas palabras y había producido ese efecto. Todo empezaba a volverse raro.
-Co...como?- acertó a decir.
-Digo, que ¿hacia donde nos lleva todo esto?. -el desconocido se había puesto en pie y avanzaba al atril, tan imparable como la Blitzkrieg- por lo que veo, anciano, todo esto que nos estas contando no son más que paparruchas de la vieja escuela. ¡Un rayo de la muerte!. JA!. De veras creeis que eso conduce hacia algún lugar?. - De repente su tono se volvió meloso- quiero preguntaros, ¿que habeis conseguido hasta ahora?.- no dejó tiempo a contestar- yo os lo diré. DESPRECIO. Nadie sabe que existimos. Incluso una rata crea más alarma social que nosotros. Hemos sido olvidados. -y dejó que la idea calase entre las perturbadas mentes de la media docena de los alli congregados.- ¡Pero aún no hemos sido vencidos!. Decidme, que quereis?, pasaros el día vegetando como este viejo fosil o ganaros algo de orgullo...
No sabría explicar muy bien que pasó a continuación. Pero aquel tio continuo hablando casi durante media hora más. Conforme hablaba podía apreciarse en las caras de los oyentes un sutil cambio. Ya no eran los inofensivos tipos que se dedicaban a tratar de dominar el mundo. Ahora lo odiaban. Sus dientes estaban apretados, sus ojos fijos en las manos del nuevo. Sus oidos atentos a cada palabra, a cada entonación. Cuando el orador sonaba enfurecido ellos se enfurecian, cuando les pedía unirse ellos eran los más antiguos hermanos. Empecé a asustarme un poco.
Gregorio había sido expulsado del atril y se había sentado junto a mi. Justo detrás de nosotros estaba Rodrigo. Nosotros parecíamos ser los únicos que no habíamos sido seducidos por el tipejo del bigotito.
-Este tipo no va a durar ni dos telediarios- dije.
- ¿Sabes que dijo D.F. Zanuck?.- dijo Rodrigo.
-¿Qué?- contesté
-"La televisión no podrá mantenerse mucho tiempo en el mercado, la gente pronto se cansara de pasar la tarde mirando un cajon".